jueves, 23 de febrero de 2017

NO SE PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES Mt 6,24-34



  

Muchos cristianos han tenido y siguen teniendo dudas sobre la cercanía de Dios y su amor para con nosotros, sobre todo en tiempos de oscuridad en que se acumulan las desgracias personales o comunitarias. También ahora puede uno pensar, como en tiempos del destierro que sufrían los contemporáneos de Isaías: "me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado". Dios, a veces, parece ausente, callado, olvidadizo.

La respuesta nos la ha dado ya Isaías: aunque una madre se pudiera olvidar del hijo de sus entrañas, Dios no se olvida nunca de los suyos. El salmo ha insistido: "confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón".

En la página del evangelio que hemos escuchado hoy Jesús llama dos veces a Dios "vuestro Padre", y nos asegura que si cuida con ese mimo a los pájaros y a las flores del campo, "¿no hará mucho más por vosotros?", y que "ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso".

En la Biblia aparece Dios, a veces, con rasgos maternos. La comparación que hace Isaías de Dios con una madre, representa un vivo retrato de cómo es Dios ya en el AT. Se hizo famoso el papa Juan Pablo I cuando afirmó que Dios "más que Padre, es Madre". Con ello reflejaba las páginas en que en la Biblia aparece dibujado ese "rostro maternal de Dios", como cuando Jesús se compara a sí mismo a una gallina que cobija a sus polluelos.

En el NT se acentúa más todavía el amor de Dios. Hasta la valiente afirmación que llega a hacer Juan en sus cartas, al decirnos con convicción que "Dios es Amor". Muchas veces no sabremos explicar cómo Dios puede permitir o no remediar tanto mal como hay en el mundo. Hoy, las lecturas, no pretenden darnos respuesta a estos interrogantes. Sí nos invitan a confiar en Dios. Y Cristo nos ofrece otros criterios de conducta que ciertamente darían más paz a nuestra vida.

Jesús nos da pistas para nuestra actuación de creyentes. Unas pistas y consignas que pueden parecemos poco convenientes en el mundo de hoy, donde estamos enfrascados en una lucha, a veces cruel, por la supervivencia. Pero él nos invita a confiar en Dios, en oposición a la excesiva preocupación por el dinero.

Empieza diciendo que no podemos servir a dos señores: Dios y el dinero (Dios y Mammón). "Servir" es un verbo fuerte. Es como "pertenecer", obedecer en todo. La postura de Jesús frente a las riquezas y los ricos es bastante negativa, a lo largo de todo el evangelio. Quiere enseñarnos que las riquezas no deben ser nuestra obsesión, que no son la meta fundamental, que hay otras cosas más importantes.

Lo que sigue es consecuencia de eso ("por eso os digo"). Jesús nos invita a no agobiarnos ni por la comida ni por el vestido, dos de las cosas que más nos preocupan siempre. Pone el ejemplo de los pájaros, que comen porque Dios les ha puesto el instinto de buscar y encontrar comida para sí y para sus polluelos, y el de las flores, que también saben sacar de la tierra la hermosura que les caracteriza. En la naturaleza misma se ve cómo Dios ha puesto en principio un equilibrio sano, que deberíamos saber imitar.

El verbo que aquí más se repite y se subraya es el de "no os agobiéis" (hoy sería el equivalente del "estrés"). Naturalmente que hay que comer y vestirse, y buscar cómo dar de comer y de vestir a los nuestros. Pero sin agobio. Es como una explicitación de la primera bienaventuranza: "bienaventurados los pobres.



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