Clara, hija de la luz
Asís desde 1177 disfrutó
unos cortos años de paz y prosperidad por medio de sus dos fuentes de riqueza:
la agricultura y el comercio. En esta época de paz vieron la luz de Asís
Francisco Bernardone y Clara Favarone.
Sus padres de Clara fueron: su
padre Favarone de Offreduccio, era uno de los caballeros más ricos y poderosos.
Su madre Ortolana, descendientes de señores feudales y nobles, era una mujer
fuerte y una cristiana intrépida. De dicho matrimonio nacieron cuatro hermosas
mujeres: Clara, Catalina, Inés y Beatriz.
La madre no olvida nunca el
día en que sus entrañas se abren para dar su fruto. Con fe viva ora ante un
Cristo crucificado. Ora por la criatura que lleva en su seno. Es entonces
cuando escucha una voz en su interior: “De ti saldrá una gran luz que iluminará
el mundo”.
Bautizo
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjezoAx-aGUnSxVpyBIbuJcwkytsCmDqpSo6Hq_WE9Oi63TeR2oJV_GfPHhHhB0DEVT97OnduZIiBl5CWyOPamKCfPUbgi0AufrblZ9nepMQqbE1GqswxEI1Dse7kKPYQA3Z_-YZveCjBM/s200/trece.jpg)
La niña fue bautizada en la
catedral, en la misma pila en que fue hecho cristiano doce años antes Francisco
Bernardone con el nombre de Juan. Se le llamó ¡Clara! ¡Clara!, la luz le dio
nombre. Y el nombre sería la síntesis de su historia en profecía. Que el fuego
es doloroso y su claridad amable. La misma agua los lavó. El mismo espíritu los
divinizó. La misma fe los hermanó para la gran misión de renovación evangélica.
Exilio
A finales del siglo XII Enrique
IV era el emperador alemán que dominaba parte de Italia, y Celestino III era el
Papa que gobernaba la Iglesia. Es una época de cambios sociales y políticos. En
Italia el emperador y el Papa se disputaban el poder temporal y espiritual. Hay
dos bandos principales, los güelfos, que apoyan al Papa; y los gibelinos, al
emperador. Por otro lado, dentro de las ciudades existía una gran rivalidad
entre los nobles, ricos terratenientes, y los burgueses y artesanos o gente
pobre. En Asís, pobres y ricos se hacen la guerra, venciendo los primeros. Los
padres de Clara: Favarone y Hortulana, que eran nobles, deben huir de su casa
de la plaza de San Rufino (Asís) en 1198 a Perusa con otros nobles de la
ciudad. Terminada la guerra retorna toda la familia a Asís (1205).
Los sueños de una joven princesa
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAxUv2e4_IAPBxup5R-d-eREdjzCHaHSIiWVldMYfNoK4r37VS3poY0LfvQO7NWLBa_ycGsTq6MXij0QhyYmdAEARagTI9vqzyBh0be4hkKJv9r4nIsdyUKBycm4mcnrvNel-XTHI8p78/s1600/catorce.jpg)
Los quince años de Clara han
provocado hondos revuelos en la casa y entre sus amistades. Los padres veían en
la fiesta no solo la entrada de la niña en la sociedad, sino el preludio de un
noviazgo oficial.
Terminada la fiesta todos se
retiraron a sus aposentos. También Clara. Contra la pared, iluminada por una
llama vacilante, se erguía un Crucifijo muy bien tallado. Clara se arrodilló y
en oración le dijo al Señor:” Yo quiero tener la totalidad del amor, la
plenitud del amor. Yo te quiero solo a ti Señor, ahora y siempre”. Clara
interiormente iluminada por el Espíritu ya había decidido el futuro de su vida.
San Francisco profetiza sobre santa Clara y
sus hermanas
Cursaba el año 1206. Han
pasado varios días después de la conversión de san Francisco y, mientras
restauraba la iglesia de San Damián, iluminado por el Espíritu Santo profetizó
de quienes iban a vivir en dicho lugar santo. En efecto, subido en aquel entonces
sobre el muro de dicha iglesia, decía en alta voz, en lengua francesa, a
algunos pobres que moraban allí cerca: «Vengan y ayúdenme en la obra del
monasterio de San Damián, porque aún ha de haber en él unas damas, por cuya
vida famosa y santo comportamiento religioso será glorificado nuestro Padre
celestial en toda su santa Iglesia».
La admiración por la forma de vida de san
Francisco
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieyEp4YPCRTgFp9QUzkpYvAC5zHDacZdJLm31pAJ5jw58gFVTexDN05fNI1a14amTjwsLvGPch0SKgDax-vH0gqs11ytm0oxYVu8wOfDxdZNyeiE4ndbpCSCdFg8eJfln0bXh4Ci9M3YU/s1600/siete.jpg)
Ya por entonces San
Francisco y sus seguidores daban mucho que hablar. Clara, a pesar de las
restricciones que tenía, sentía gran compasión y gran amor por ellos. Le
llamaba mucho la atención como los frailes gastaban su tiempo y sus energías
cuidando a los leprosos. Ella se sentía
unida de corazón a ellos y a su visión, por eso a escondidas ella o por medio
de una criada les llevaba provisiones, tanto para los frailes, como para los
leprosos.
Su llamada
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCNz6F_ZRL3eXMdePG3lkmIdzICGi_uDBCsqQ1y0-4tpxq9eSrtF94UFq-gNgQ95hi2IQIZ0bT7DXAcfJfETezuAORD1XQ7B0LCjYOoK6B_Ap0jCgDD6SxxMtP17dQ09kuIm_5B62O4x0/s1600/21.jpg)
En sus sermones Francisco enfatizará
que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las
riquezas y bienes materiales. Al oír las palabras de San Francisco, Clara se
dijo: "este es el tiempo favorable... es el momento... ha llegado el
tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo... es el
tiempo de optar, de escoger...".
Momentos de reflexión
Clara Favarone, quien había
sufrido las consecuencias de la guerra, comprendió que ella no conduce a otra
cosa más que a la amargura, al odio, a la
enemistad, a la codicia y, que deja como
herencia el dolor y sufrimientos de muchos huérfanos y viudas. Esta forma de
vida no era lo que quería, no quiso nada que ver con eso. No quiso otro señor más que el que dio la vida
por todos, aquel que se entrega pobremente en la Eucaristía, aquel que es amor
puro y ternura inefable. Llegado a esto
punto de su vida, renace en ella un ardiente amor y un deseo de entregarse a
Dios de una manera total y radical.
Una decisión para siempre
Se dice que la osadía es la
vencedora de las leyes. Clara sabía muy bien que el hecho de tomar esta
determinación de seguir a Cristo y, sobre todo, de entregar su vida a la visión
revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición y decepción familiar.
Tal decisión iba en contra de las costumbres que mantenían intocables los
estratos sociales y sus privilegios. Para Clara el reto era muy grande. Pues, siendo
la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal
entendida. Aun así ella decidió abrazar a Cristo pobre y crucificado, inspirada
por San Francisco.
La huida de casa
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGcRTv-Ldk2YzhvGNf7tcqmmmMb3MggGftpj4at2ZE3RcKOL1eQozYz3BvmdA7cB_UV2Dz0vVU2-I17rIFzYAHGEiiP_uGVncGJDqV47sF6jWqB-9e_sFH8ro72HTW5ZyZh-yTRHWVQq4/s1600/unce.jpg)
Después de recitar la última
oración hecha en casa, de puntillas y saliente atraviesa el salón que da acceso
a “la puerta del muerto”. Luego abre la vieja puerta de madera carcomida. Clara
mide la altura y salta decidida al vacío. Cae sin dañarse en la acera de la
calle adyacente al castillo. De esta manera Clara ha muerto para el mundo.
Ahora vivirá para Cristo. Comienza así su aventura en el seguimiento a Cristo.
Francisco y sus hermanos la
esperaban con antorchas encendidas en el dintel de la ermita, dedicada a la
Virgen María. Entran procesionalmente a la capilla entonando el Salmo:
“¡Nuestro pies han llegado al dintel de ti, oh Jerusalén!”.
La consagración
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiSyzsRlPcOrfuUsSXw2TkZV_3NUQ_Sinc0FDsyaezNhemNz-4XSiW9_nWs2Fh1Or_eYzyDNahAlo-vg_yAQqZSqAGAyXqc6-CQsCDmUqW2tmg-I3Og9azCu1FY93qevj4IgxusDml4Ws/s1600/doce.jpg)
El santo tomó unas tijeras y
comienza a cortar la cabellera larga y hermosa de Clara, y le coloca en la
cabeza un sencillo manto. Ha cambiado la seda del vestido por túnica de burda
lana. Las joyas de la cintura por nudosa y blanca cuerda. Y una toca almidonada
cubre su cabeza rapada. Desde ahora Clara será la “Hermana Clara”. La primera
mujer que ha quedado incorporada a la familia franciscana.
Clara, Francisco y el obispo Guido
Los pasos de aquella bendita
noche no eran improvisados. Clara y Francisco, al trazar el plan, contaron con
la reacción de la familia Offreduccio-Favarone y lo habrían tratado todo
detenidamente con el obispo Guido, quien aprobaba y bendecía los pasos de
Clara. Esto era necesario para que ella gozase de la inmunidad eclesiástica de
los consagrados de vestir túnica de penitencia, pedir limosna y retirarse a una
ermita como era su propósito. Como buen pastor que cuida de sus ovejas, el
obispo Guido, hombre discreto y sabio, hizo valer su autoridad ante las
benedictinas de Bastia para que dieran asilo a Clara durante unos días en el
monasterio de San Pablo.
En el monasterio de San Pablo
Es un antiguo monasterio de
benedictinas, a cuatro kilómetros de Asís en dirección a Perusa, muy cerca del
cementerio de Bastia Umbra.
Antes de amanecer, los hermanos
Bernardo, Felipe, Francisco y, quizá, también Rufino se dieron prisa en
acompañar a Clara al monasterio de San Pablo, confiándola a la custodia de las
monjas. En efecto, hubiera sido un riesgo dejarla desprotegida en San Damián.
Tampoco era conveniente que la encontrasen en Santa María de los Ángeles. Las
benedictinas favorecieron para Clara los planes de Dios, como tantas veces los
benedictinos fueron ayuda de Francisco.
Preocupación familiar
La familia feudal vigilaba
celosamente el honor de sus miembros. El honor era lo más sagrado. Nadie de la
familia podía quedar indiferente. El compromiso era mayo cuando el honor y la
protección afectaban a las mujeres de su linaje. Este compromiso explica bien
la reacción violenta de la familia de Clara. Era demasiado deshonor para ellos
que cayese en las redes ilusorias de Francisco.
El tío Monaldo con otros
seis caballeros, armados como si fuesen a la guerra, galoparon a prisa a la
abadía de Bastia. Allí en la abadía más poderos de la Umbría, estaba Clara. Les
esperaba en la iglesia. Al entrar la vieron frágil y firme, vestida con su
túnica de pobreza. Como sus parientes quisieron sacarla a la fuerza de allí,
Clara cogió los manteles del altar y, agarrándose a ellos, descubrió la cabeza,
mostrándola rasurada.
En el monasterio del Santo Ángel
Solo diecisiete días
permaneció Clara en Bastia, la semana santa y pascua. El día doce de abril dejó
la abadía para pedir hospitalidad en el monasterio del Santo Ángel, también de
las hermanas benedictinas. El monasterio estaba situado a la parte oriental del
monte Subasio, bajo el eremitorio de Le Cárceri, a tres kilómetros de Asís.
Más tarde, Francisco, Felipe
y Bernardo la llevaron al monasterio del Santo Ángel. Clara fue acogida por las
religiosas benedictinas. Todo quedaba
preparado para la fuga de una de sus hermanas.
Su hermana Inés
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNyob3hzu8KNH2TkqhI8j6DNBh25tbOQf7k5Mh2aN0NS6vDcdP7qwRics26KFyLNukoRzDyzku79CXdVsHivTjvh4gaKMLS2uwSXYf4tIeRyRzui8ldA9tJL3R-Z61m96-A_-Bpznw9eY/s320/19.jpg)
Más tarde, Inés inspirada
por el Espíritu, se dirige presurosa donde su hermana, y anunciándole el
secreto de su voluntad, le confesó que quería consagrarse por entero al Señor.
Clara, abrazándola gozosamente, exclamó: “¡Doy gracias a Dios, dulcísima
hermana, porque ha atendido mi solicitud en favor tuyo!”.
San Damián
La profecía se tenía que
cumplir. Después de estar por lo menos unos dos meses en el monasterio de San
Ángelo pasó habitar con sus primeras seguidoras: Inés y Pacífica de Güelfuccio en un edificio adyacente a la capilla de San
Damián, la primera restaurada por san Francisco de Asís. En los tres primeros
años la fraternidad femenina observó la forma de vida que Francisco había trazado
para ellas, viviendo en retiro y en forma gozosa a dama Pobreza. Han demostrado
Clara e Inés el amor heroico por seguir a Cristo pobre y crucificado. Gozan
desde el Evangelio lo que es ser menores.
San Damián es más que una
capilla o un monasterio: es un ideal y un desafío, es un sueño hecho realidad. Nace
la II Orden franciscana.
Clara y fray Maseo el embajador
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9d-U07giGZADGG1ZqIojzvUF5abh_4JR4x2fVTKNlslsoV3kIg3xbZd06fOjw1SWmas39LBLkDysoqa_hJbt_jv4Jl-n2ECyTsM7dfx0xOfuSYHDqeR35sG9kvuzR9ach2EHEern2z_k/s1600/20.jpg)
Llegaba esta vez de
mensajero. Venía de parte de Francisco y traía un mensaje para sor Clara. Sucedía
que el Señor le había dado muchos hermanos a Francisco, pero no sabía qué era
preciso hacer de ellos. Por eso por intermedio de fray Maseo pide consejo: “Qué
hacer de los hermanos ¿unos hombres de oración en chozas y entre el espesor del
bosque o unos apóstoles en el alboroto de las ciudades y en centro de la
dinámica humana?”. Clara responde al mensaje diciendo: “El Señor quiere que
vayas a predicar, porque no te ha elegido para ti solo, sino también para la
salvación de los demás”.
El pozo de la simplicidad
El primer voto franciscano
es la simplicidad, que incluye los otros votos y todas las virtudes
evangélicas. Un día al atardecer Francisco y fray León llegaron sedientos al
brocal de un pozo abierto en el campo. El santo se agacha y queda quieto un
buen rato, apoyado en el brocal y mirando al fondo. Casi extasiado. Después,
sin sacar una gota de agua, sigue su camino. Pero como adivinando la extrañeza
de fray León se detiene y le dice:
- Fray
León, ¿qué imaginas que he visto reflejado en el agua del pozo?
-
Seguramente la imagen de la luna, que es
tan clara esta noche.
- Pues
no, fray León. Lo que he visto ha sido el rostro resplandeciente de nuestra
hermana Clara. Y estoy contento porque el Señor me ha revelado que, semejante a
la hondura del pozo, es profunda y al mismo tiempo luminosa la simplicidad de
sor Clara.
La humildad
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNP4ZRHdaX6BntIK-w1WyQJducpDQ9cU1HwXuH2EenKGCOxf_e_XwIxVEhCCi9qNhS0XJIOK3B4RLwSrLwzfnrq9xVGbBMINDSx1WhCggsGBbtukGfzxHUf4KQ_HvTS7yWPj4ks2LJdQA/s1600/uno.jpg)
Sor Clara reservaba finas
atenciones a las hermanas que mendigaban fuera del monasterio. Hasta llegaba a
lavarles los pies. En una ocasión, después de haber lavado los pies, quiso
besarlos. La hermana, no soportando tanta humildad, retiró el pie y golpeó en
el rostro de Clara. Pese al moretón volvió a tomar con ternura el pie y bajo la
misma planta estampó un apretado beso.
Mortificación de su cuerpo
Si hay algo que sobresale en
la vida de Santa Clara es su gran mortificación. Utilizaba debajo de su túnica,
como prenda íntima, un áspero trozo de cuero de cerdo o de caballo. Su lecho
era una cama compuesta de sarmientos cubiertos con paja, la que se vio obligada
a cambiar por una estera y luego por un jergón de paja por obediencia a
Francisco, debido a su enfermedad.
Sor Clara usaba estas
asperezas consigo misma, mientras con las demás hermanas era compasiva y
flexible.
Los ayunos
Sor Clara siempre vivió una vida austera y
comía tan poco que sorprendía hasta a sus propias hermanas. No se explicaban
como podía sostener su cuerpo. Durante el tiempo de cuaresma, pasaba días sin
probar bocado y los demás días los pasaba a pan y agua. Era exigente con ella
misma y todo lo hacía llena de amor, regocijo y de una entrega total al amor
que la consumía interiormente y su gran anhelo de vivir, servir y desear
solamente a su amado Jesús. A pesar de sus largos ayunos sor Clara conservaba
siempre un semblante festivo y regocijado.
Vida de Oración
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEy7xKxipapUgLCP_tvXI0Sg_MKPG26nC6Jg2ehPlyNCnmJAybillJ6XO__f_lA1Cr_bwvkts9gsfyog8gxKovMK686j4cxOHKlXn97m-XTvUPLQrRDpl-1uj20WNezjjToxA-PluBsA8/s1600/dicisite.jpg)
Ella acostumbraba pasar varias
horas de la noche en oración para abrir su corazón al Señor y recoger en su
silencio las palabras de amor del Señor. Muchas veces, en su tiempo de oración,
se le podía encontrar cubierta de lágrimas al sentir el gran gozo de la
adoración y de la presencia del Señor en la Eucaristía, o quizás movida por un
gran dolor por los pecados, olvidos y por las ingratitudes propias y de los
hombres. Se postraba rostro en tierra ante el Señor y, al meditar la pasión las
lágrimas brotaban de lo más íntimo de su corazón. Las lágrimas empapaban el
suelo; los besos lo acariciaban.
Efectos del estar con el amado
La oración es el momento
privilegiado para estar con el Señor, para anticipar la vida del cielo.
Al salir de la oración, el
semblante de sor Clara irradiaba felicidad y sus palabras eran tan ardientes
que encendían fervor el corazón de las hermanas. Sor Pacífica da testimonio
que, “cuando sor Clara volvía de la oración, las hermanas se alegraban, como si
hubiese venido del cielo”. Los excesos de Amor del Señor crucificado provocaron
en sor Clara una respuesta de renunciamiento y de amor total.
Amor entre hermanas
Transcurría el año 1228, sor
Clara envió para abadesa al monasterio de Monticelli (Florencia) a su propia
hermana Inés. La separación de las dos fue dolorosa. Lo expresa una carta de
sor Inés.
Preciso
es que te enteres, hermana mía, que ahora mi cuerpo y mi espíritu sufren gran
tribulación e inmensa tristeza. Me siento extraordinariamente agobiada y
afligida, hasta tal punto de que no soy capaz de hablar, a causa de nuestra
separación y de la separación de las otras hermanas, con las que esperaba vivir
siempre en este mundo y morir.
En San Damián había nacido
un amor que ni la vida ni la muerte podían separa nunca. La carta de sor Inés
desmiente la desafortunada frase de que “en los conventos se vive sin amarse y
se muere sin llorarse”. La amistad es el don del Señor más excelente y
maravilloso que los hombres podemos llevar dentro.
El milagro de la multiplicación de los
panes
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7InbzRRmToPvnluYTfYLCmqtPcaEWruWKk4HwBT3Irh35TLlzHV6nF3qTiNz3XHhptP8G85u5zkkNyZ8mknyuN8B-aXOIeew-Fb7OCshvBLYFv8SCYIP-IzNf26u9pei3ee8B7ewpS18/s1600/diciocho.jpg)
El poder de la Eucaristía
En 1241 los sarracenos
atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está
en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se
fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota
al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada
y se les enfrentó a los atacantes diciendo:
“Protege,
Señor, a estas siervas tuyas, a las que yo no puedo defender en este momento.
Protege también a nuestra ciudad y nuestra tierra que nos nutre y alimenta con
amor”.
Los sarracenos sintiendo una
terrible oleada de terror huyeron despavoridos. Queda salvada la vida de las
clarisas, el monasterio, Asís y toda la Umbría.
San Francisco en San Damián
Al día siguiente de la
muerte de Francisco se reunió mucha gente con todo el clero, el cuerpo del
santo fue trasladado a la ciudad de Asís, pero antes la comitiva se dirigió a
San Damián. Clara y “las damas pobres lo esperaban”. Los que llevan el féretro
entran en la capilla del monasterio. Levantan y apartan las rejas de la
clausura. La señora Clara se acercó con las demás hijas a contemplar al Padre,
que ya no les hablaba y que, habiendo emprendido otras rutas, no retornaría a
ellas.
El llanto de las damas pobres
Uno de los primeros
biógrafos de Francisco nos dice que “las damas pobres” al contemplar al santo,
rompieron en continuos suspiros, en profundos gemidos del corazón y copiosas
lágrimas, y con voz entrecortada comenzaron a exclamar: «Padre, Padre, ¿qué
vamos a hacer? ¿Por qué nos dejas a nosotras, pobrecitas? ¿A quién nos confías
en tanta desolación? ¿Por qué no hiciste que, gozosas, nos adelantáramos al
lugar a donde vas las que quedamos ahora desconsoladas? ¡Oh padre de los
pobres, enamorado de la pobreza! Tú habías experimentado innumerables
tentaciones y tenías un tacto fino para discernirlas. ¡Oh amarguísima
separación! ¡Oh ausencia dolorosa! ¡Oh muerte sin entrañas, que matas a miles
de hijos e hijas arrebatándoles tal padre, cuando alejas de modo inexorable a
quien dio a nuestros esfuerzos, si los hubo, máximo esplendor!».
Dominadas por sentimientos
de tristeza y alegría, besaban aquellas coruscantes manos, adornadas de
preciosísimas gemas y rutilantes margaritas.
La última navidad
Transcurría el año 1252. Era
la última navidad que sor clara celebraría en el tierra. San Damián respira
alegría y júbilo. Pero sor Clara hace tiempo que está enferma que no puede ni
moverse de la cama. Llegado a las doce de la medianoche, “las damas pobres”
rezan el oficio de maitines y cantan el “Laudi” de fray Pacífico. Todo anuncia
que ha nacido Jesús, el “Dios con nosotros”.
Clara está sola en el
dormitorio del monasterio. Su corazón está abatido y melancólico, pero aun así
ora:
“Señor,
mira, sola esto aquí. Más aislada que tú en Belén, donde no te faltó la
compañía y el amor de tu Madre, la dulcísima Virgen María; la protección de San
José y el calor de un buey y una mula”.
La navidad televisada
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyQMGJ93sQSpwLi-2J0wdf390pRDCf6OJcl_UjqR5WyjfpVSKTbDZRvB-xMiJt66_XMKzndr07NuL1WzZ9tESgZNdqWE2VppzXbJHPJWxjcRYqK71wZWShThlW798y_vawYgvVfOxl-Lo/s1600/nueve.jpg)
Hijas
mías. Bendito sea el Señor Jesucristo, que no me ha dejado sola esta noche.
Desde aquí he visto y he vivido en mi interior toda la liturgia que han
celebrado nuestros hermanos menores en la Porciúncula. Más todavía, fray León
me ha dado el Pan de la Eucaristía, el
Cuerpo y la Sangre de mi Señor.
Algunas fechas principales de la vida de
Santa Clara
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
![*](file:///C:/Users/ERICK/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image001.gif)
Recopilación: Erick Jenner Liberato Labán.
BIBLIOGRAFÍA
1. Contardo, Miglioranza. (1985). Santa Clara
de Asís. Buenos Aires: Paulinas.
2.
Gamissans,
Francisco. (1984). Clara de Asís. Madrid: Paulinas.
3.
Guerra,
José Antonio. (2003). San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos
de la época. Madrid: BAC.
4.
Triviño,
María Victoria. (1991). Clara de Asís Ante el Espejo. Historia y
Espiritualidad. Madrid: Paulinas.
5. Provincia
Franciscana de los Ss. Francisco y Santiago en México, A.R. (2012). Ideales
Franciscanos. Yo, Clara, sierva de Cristo. N°. 824. México.
Una mujer de profunda oración, una buscadora incansable del Absoluto, de que Es...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar