¿EXISTE DIOS?
Respuesta del problema
de Dios en nuestro tiempo
¿Sí
o no? Muchos, entre creer y no creer, están perplejos, indecisos, escépticos.
Dudan de su fe, pero también dudan de su duda. Otros muchos están orgullosos de
sus propias dudas. Pero el anhelo de certeza permanece.
Verdaderos
motivos hay para preguntarse: ¿No está el cristianismo en las últimas? ¿No se
ha terminado la fe en Dios? ¿Tiene aún futuro la religión? ¿No hay moral
también sin religión? ¿No basta la ciencia?
¿No
es Dios originariamente proyección del hombre (Feuerbach), opio del pueblo
(Marx), resentimiento de frustrados (Nietzsche), ilusión de infantiloides
(Freud)? ¿No está el ateísmo comprobado y no es el nihilismo irrefutable? ¿No han
renunciado incluso los teólogos a las pruebas de la existencia de Dios? ¿O
acaso se debe creer sin razones? ¿Creer sencillamente?
A
todas estas cuestiones Hans Küng irá respondiendo en el desarrollo de este
libro, para ello el autor hace un recorrido por algunos filósofos más
importantes y desarrolla su postura ante el problema de Dios:
1. Descartes. –
el yo llega al conocimiento de Dios de dos maneras: Causalmente y
ontológimente. Pienso luego existo. Siendo Dios veraz y bueno puedo estar
seguro de mí mismo y de las cosas materiales que me rodean. La fe no es un acto
del espíritu cognoscente, sino de la voluntad, por ello puede asentir sin
necesidad de evidencia.
2. Pascal. -
El corazón tiene razones que la razón no conoce. Conocemos la verdad no solo
por la razón, sino por el corazón. Creo luego existo. Al Dios de Jesucristo
solo se le puede hallar por caminos que enseña el Evangelio. Creyendo en Dios
nada se pierde, pero se puede ganar todo.
3. Kant. – en la Crítica de la razón pura sostiene que Dios no puede
ser constatado y analizado como los demás objetos. Las pruebas de la existencia
de Dios no demuestran nada, puesto que no podemos cosificar a Dios. Sin embargo,
en la Crítica de la razón práctica sostiene que Dios existe como condición de
posibilidad de la conciliación entre la moralidad y el anhelo de felicidad del
hombre.
4. Hegel. - Dios es el mundo. Dios es lo supramundano en lo
intramundano. La religión tiene que ser auténticamente religión del pueblo,
ilustrada. El Dios de Hegel penetra en lo hondo de la subjetividad humana.
5. Feuerbach. – Dios es una proyección del hombre. Fuera de la
naturaleza y el hombre nada existe. Homo homini Deus est (El hombre es el Dios
del hombre).
6. Marx. - comprende al hombre desde la naturaleza de las
relaciones sociales, desde la historia, en este sentido el hombre hace la
religión y no la religión al hombre. La religión es el suspiro de la criatura
oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón. La religión nos distrae y
consuela de este mundo de acá, por eso actúa como un sedante que proporciona
una realidad ilusoria. En efecto, la religión es el opio del pueblo. Siguiendo esta línea, Lenín sostendrá que la religión
es opio para el pueblo, por ello hay
que dejar de mirar hacia arriba para buscar el paraíso en la tierra.
7. Freud. - es el hombre que en su impotencia quien crea a los
dioses, por ello la religión es un deseo, una ilusión. En este sentido, la
religión es la enemiga de la ciencia.
8. Nietzsche. - es el predicador del Dysangelion (mala noticia) =
Requiem Aeternam Deo: “Dios ha muerto, los hombres lo han matado”. La fe en el
Dios cristiano ha perdido toda credibilidad, esto significa el gran
derrumbamiento, el vacío desolador, no hay dirección en la vida. En efecto, el hombre
está condenado a andar errante por una nada infinita, la inanidad, el nihilismo
¿Quién ocupará el lugar de Dios tras su muerte? El Super hombre con la
transmutación de los valores. La vida es el criterio de lo verdadero y lo falso:
no hay unidad, no hay verdad, no hay bondad.
La
opción por Dios tiene carácter de fe. La fe en Dios es una decisión confiada
del hombre. Dios no es un objeto inmediato de experiencia, por eso la fe en
Dios aparece como un don. Ahora bien, es importante resaltar que Dios no actúa
por encima del proceso del mundo, sino dentro de él: en, con y entre los
hombres y las cosas. Dios, en efecto, es origen, centro y meta del proceso del
mundo.
Es
Jesús de Nazaret quien nos invita a ponernos en camino al único Dios Padre en
persona. Pues, a través de Él habló, actuó y se reveló definitivamente el mismo
Dios.
Finalmente,
El hecho de que tantos ateos no hayan logrado nunca sacudirse de encima la
problemática religiosa; que los más radicales entre ellos, Feuerbach y
Nietzsche, quienes por la proclamación pública de su ateísmo se creyeron más
liberados, hayan permanecido hasta el fin de su vida, muy humano por cierto,
anclados en Dios y el problema de la religión; todo ello parece, sino pura y
desapasionada constatación, abogar menos por la muerte de Dios que por la
singular vida del tantas veces dado por muerto. Hoy, en medio de esta realidad
que nos está tocando vivir, esta crisis pandémica nos ha demostrado que la
profecía de la muerte Dios es ilusoria. Dios está vivo, está presente, nos
envuelve toda nuestra vida y nos anima a perseverar en la fe con mucho temor y
temblor.
Como
esencia de este libro se puede inferir que la religión tiene una importancia
decisiva para la realización de una sociedad más razonable y más justa, para
una ordenación plausible de lo existente. En este siglo XXI no quedan dudas de
que vivimos en un mundo hominizado, pero no humanizado, por ello la religión se
presenta como una alternativa para que el hombre logre finalmente su plena
humanización.