Erick J. Liberato L.
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Hoy muchos
viven aún temerosos de un dios arbitrario que pareciera ser autor de las
desgracias que nos visitan en la vida. A otros les parece que dios, si existe,
es indiferente a la suerte de la humanidad. Y más de alguno tiene todavía la
imagen de un dios justiciero, castigador y vengativo. Nada más lejos de toda
esa imaginería que el rostro amable del Dios de Jesucristo, el Nazareno. Es el
amor quien vence al temor, al igual que la educación a la ignorancia.
En este
Congreso de Maestros/as Providencia 2016 compartiré el tema: “El Año Jubilar de
la Misericordia”. La ponencia la desarrollaré en tres puntos específicos:
1.
¿Por qué Papa Francisco convoca
un Año Jubilar?
2. Fundamento
Bíblico.
3.
Vivencia del Año Jubilar desde la
educación.
0. INTRODUCCIÓN
“¡Cómo deseo
que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al
encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!” (MV n. 5).
Antes de
empezar a desarrollar cada uno de los temas ya mencionados es necesario que se
aclaren algunos conceptos, como: ¿qué es año jubilar? Y ¿Qué es misericordia?
1.
¿Qué
es el año jubilar?
El año jubilar
es una ley dada al Pueblo de Dios, que se encuentra en el libro del Levítico
25,8-17.29-31. Esta ley expresa la convicción de que Dios es el dueño de la
tierra, la reparte entre todo el pueblo y no quiere la acumulación de tierras
en manos de pocos (cf. Is 5,8-10). Juntamente con esta ley, está también la ley
de indulgencia de los esclavos y la condonación de las deudas (cf. Dt 15).
Jubileo, Año Del Jubileo, etimológicamente
viene del hebreo «yobel», que
significa «trompeta» (esta está hecha con cuerno de cordero). El año Del Jubileo es la celebración judía
que debía efectuarse cada cincuenta años según la legislación sacerdotal (Lv
25.8ss). Se habría de anunciar el día diez del mes séptimo (Tisri, septiembre/octubre), que era el
«día de las expiaciones» (antiguo año nuevo), por medio de un toque de trompeta
o de cuerno. Es decir, que el año
jubilar empezaba con ayuno y arrepentimiento conforme la nación confesaba sus
pecados al Señor (Lv 16). Es, en efecto, un periodo especial de reconciliación
con Dios y con el prójimo.
1)
Características
del año Del Jubileo
El
año jubilar se caracterizaba por lo siguiente:
a.
Prohibición de sembrar y
cosechar. Solo se comería lo que la tierra produjera espontáneamente (Lv 25,
11, 12). Se dejaba descansar la tierra. El pueblo tendría que confiar en que
Dios les proveería lo que necesitaban para el año sabático (el cuarenta y nueve).
b. Devolución
de las tierras a sus primeros propietarios o a sus herederos (Lv 25.13–17, 23,
23; 27.16–24).
c.
Liberación de todos los esclavos
israelitas (Lv 25.39–55), los cuales regresaban «a su familia, y a la posesión
de sus padres», con sus mujeres e hijos (Éxodo 21.1-6).
2)
Las
obras del año Del Jubileo: deudas, esclavos y tierras.
Estas obras
son frutos de la experiencia del pueblo Israel. Son formuladas como don y tarea
básica de reconciliación.
a.
Perdonar
las deudas y prestar al necesitado.
Esta ley asume
el ideal de una sociedad igualitaria, por el cual todas las familias eran
propietarias de la tierra, sin esclavizarse unas a otras, debiéndose perdonar
las deudas cada siete años:
Cada siete años
harás la remisión: todo acreedor perdonará la deuda del préstamo hecho a su
prójimo… porque se proclama la remisión en honor a Yahvé. Podrás apremiar al
extranjero, pero a tu hermano le concederás la remisión de lo que te debe.
Cierto que no habrá ningún pobre ante ti, porque Yahvé te otorgará su bendición
en la tierra que Yahvé tu Dios te da en herencia para que la poseas… (Dt
15,1-4).
Esta es una
ley básica de Dios. En principio, ella valía para todos los habitantes de la
tierra, pero el Deuteronomio la
interpreta de forma nacional, con una norma doble: primero, perdón para el
hermano; y, segundo, cobro de la deuda del extranjero. Entendida así esta obra
iría en contra de las otras leyes de misericordia: ayudar a los huérfanos,
viudas y extranjeros. Actualmente, con Jesús
se debería haber superado este problema, porque la palabra hermano se
aplica (desde Jesucristo) para todos los seres humanos, por encima de pueblos y
naciones:
Cuando uno de tus
hermanos esté necesitado…, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano, sino
que la abrirás con liberalidad, y sin falta le prestarás lo que necesite. No
haya en tu corazón pensamiento perverso para decir “está cerca el año de la
remisión” y no prestar al necesitado (Dt 15,7-11).
Por encima de
la ley se eleva la voz de la misericordia, que se expresa en el préstamo y
perdón sabático de deudas. Este perdón de las deudas al hermano ha de unirse a
la exigencia más alta que nos presente el evangelio: “Al que te pida, dale; y
al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses…” (Mt 5,42).
b.
Liberación
de los esclavos.
El esclavo en
Israel era un deudor que no tenía los medios para pagar la deuda adquirida más
que con su trabajo. Por eso el perdón, ha de ampliarse en la liberación de los
esclavos:
Si tu hermano
hebreo, hombre o mujer, se te vende, te servirá seis años y al séptimo lo
dejarás ir libre… Recuerda que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que
Yahvé tu Dios te rescató. Por eso, te mando esto hoy… (Dt 15,12-18).
Siete años es
un tiempo máximo de castigo, por eso solo por seis años se puede mantener a un
hombre esclavo, y a los siete se le libera. En efecto, el Deuteronomio ha visto
que la raíz de toda esclavitud es el dinero. El perdón de las deudas y la
liberación de esclavos se aplicarán a todos con Jesucristo (Lc 4,18-19; Mt
25,31-46).
c.
Libertad
y partición/devolución de tierras.
La tercera
obra es el reparto de tierras entre todos los miembros de la familia. Es una
norma y ley para tiempos de gran crisis, como los del exilio (587-539). Tanto
el perdón de deudas como la liberación de esclavos resultaban ineficaces si
solo unos tenían las tierras y otros no. De esta manera lo formula esta obra
suprema del año Del Jubileo:
Contratarás siete
semanas de años… y harás resonar el Cuerno (sophar), en el día de la expiación
(Kippur) por todo nuestro país. Santificarán el año cincuenta y pregonarán en
el país un Indulto de Libertad (deror)
para todos sus habitantes. Será Año de Jubileo (Yobel) y retornarán cada uno a su propiedad y cada uno a su
familia… y recobrará cada uno su propiedad (Lv 25,8-13).
Éste es el Año
Jubilar, el Gran Retorno, experiencia universal de comunión y participación
entre las familias y pueblos, como supone Gn 1,10, con Jos 13-21, pues todos
debían tener su propia tierra. Esta ley quiere avalar dos valores
fundamentales: el derecho a la familia (identificación personal, afectiva) y
derecho a la tierra (identificación posesiva y laboral). Por eso, los israelitas
podían vender el uso de la tierra, por un tiempo, no su propiedad, porque esta
era de Dios, y los hombres solo unos administradores:
La tierra no se
venderá a perpetuidad, pues mía es la tierra y ustedes son ante mí extranjeros
y huéspedes. Por eso en todas sus posesiones darán derecho a rescatar la
tierra… Y si no pueden hacerlo… ella se librará en el jubileo y volverá a su
posesión (Lv 25,23-28).
Decir que la
tierra es de Dios significa afirmar que es de todos, y que cada familia solo
tiene derecho a recibir la suya en solidaridad con las restantes familias y
pueblos. Nosotros hoy tenemos que buscar entre todos una forma nueva y
universal de cumplir estas obras, de lo contrario caminaremos al desastre
cósmico y humano.
3)
Tipos
de Jubileo.
En la Iglesia
el Año Santo fue instituido por el Papa Bonifacio VIII en el año de 1300. Hay
dos tipos de Jubileo: el ordinario y el extraordinario.
a.
Jubileo
ordinario. Es convocado por el Papa y se celebra
cada 25 años. En la Iglesia se empezó a celebrar desde el año 1475, siendo Papa
Sixto IV. El último Jubileo ordinario que hemos tenido se celebró el año 2000,
siendo Papa san Juan Pablo II.
b.
Jubileo
extraordinario. También es convocado por el Papa,
pero en momentos especiales. El Año Santo extraordinario que le precede al que
estamos celebrando se realizó el año 1983.
2.
¿Qué
es misericordia?
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Los
nombres de la misericordia
La palabra
“misericordia” tiene un extenso campo de significado, y puede evocar un
sentimiento, una virtud social o una experiencia religiosa.
a.
Sentimiento:
La
misericordia es una emoción, y en hebreo se dice rehem/rahamim. Este nombre está vinculado a las entrañas o vísceras
del hombre, en especial hace referencia al útero materno. Es un sentimiento
amoroso y creador que liga a las personas por lazos de sangre, matriz y
corazón. En griego se dice oiktirmos
(afecto) y splanjna (entreñable). En
esta línea encontramos palabras como: clemencia, compasión, empatía, piedad y
ternura.
b.
Virtud
social:
La
misericordia es justica (mishpat), en
el sentido de protección a los pobres, y en hebreo se dice hesed, que es fidelidad al pacto o alianza de Dios con los hombres
y de los hombres entre sí. Tiene un matiz de solidaridad y firmeza (´emunah: verdad), siempre con un rasgo
afectivo. En griego se dice eleos,
piedad, con un elemento de justicia social.
En esta línea tienen relación las siguientes palabras: beneficencia y
filantropía, fraternidad, hospitalidad, justicia, merced/redención.
c.
Experiencia
religiosa:
La
misericordia es el rostro de Dios, así aparece como nombre suyo en el Antiguo y
Nuevo Testamento. La palabra hebrea empleada en esa línea es hen/hanán (apiadarse, amar
gratuitamente). En el Nuevo Testamento tiende a traducirse como kharis, gracia, e incluso como agape, amor generoso. En esta línea se
relacionan las siguientes palabras: amor – caridad, fe/fidelidad,
gracia/gratuidad, perdón y salvación.
Misericordia implica,
pues, un elemento afectivo, que siente y sintoniza con el que sufre, y otro
efectivo, que se manifiesta ayudándole. En esta línea, el papa Francisco en la
Bula de Convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia Misericordiae
vultus (MV) nos dice:
Siempre tenemos
necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría,
de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela
el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia:
es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que
habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano
que encuentra en el camino de la vida. Misericordia:
es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de
ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado (MV 2).
Contemplar el misterio de la misericordia del
Padre, revelado en el Hijo, es una necesidad. Puesto que, sabiéndonos
protegidos, socorridos y perdonados con misericordia podemos hacer extensiva la
misericordia a los demás; de una manera especial a los pobres, los huérfanos,
viudas, extranjeros y a los que viven en
las periferias existenciales de nuestro tiempo.
I.
¿POR
QUÉ EL PAPA FRANCISCO CONVOCA UN AÑO JUBILAR?
Nuestro mundo
pasa por una crisis en general. Entre ellas se habla de una crisis de humanidad.
Se dice que para ser humano hay tres valores inseparables que se tienen que
practicar: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Hoy se habla muy poco
de esta crisis y, como se habla poco, poco se practican estas virtudes que nos
hacen seres humanos.
El papa
Francisco, en su libro “El nombre de Dios es misericordia”, señala que le nace
el deseo de convocar una Jubileo de la Misericordia desde la oración, “en la enseñanza y en el testimonio de los
papas que me precedieron, y pensando en la Iglesia como en un hospital de
campo, donde se curan sobre todo las heridas más graves. Una Iglesia que
caliente el corazón de las personas con la cercanía y la proximidad”.
Frente a tanto
sufrimiento y dolor, frente a una cultura egoísta y apegada a lo mundano,
insensible ante el dolor del otro y muchas veces inhumana, el Papa dice éste es
el tiempo de la misericordia. Es decir, el tiempo oportuno para que la Iglesia
muestra su rostro materno, su rostro de madre, a la humanidad herida. La
Iglesia no espera a que los heridos llamen a su puerta, sino que los va a
buscar a las calles, los recoge, los abraza, los cura, hace que se sientan
amados.
En la Bula MV el Papa dice lo siguiente:
“Hay momentos en
los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en
la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar
del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la
Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y
eficaz el testimonio de los creyentes” (MV 3).
En este
sentido, celebrar un Jubileo de la Misericordia significa poner en el centro de
nuestra vida personal y de nuestras comunidades el contenido esencial del
Evangelio: Jesucristo. Él es la Misericordia hecha carne, que hace visible para
nosotros el gran Amor de Dios.
En la
audiencia general del 09-12-2015 el Papa Francisco explica de qué se trata este
Jubileo de la Misericordia:
Se trata pues de
una ocasión única para experimentar en nuestra vida el perdón de Dios, su
presencia y su cercanía, especialmente en los momentos de mayor necesidad.
Además, significa aprender que el perdón y la misericordia son lo que más desea
Dios, y lo que más necesita el mundo, sobre todo en un momento como el actual
en el que se perdona tan poco, en la sociedad, en las instituciones, en el
trabajo y también en la familia.
También se
convoca a un Año Santo extraordinario porque se quiere renovar el espíritu del
Concilio Vaticano II en su quincuagésimo aniversario. Pues, con el Concilio “la
Iglesia sintió la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del
Padre”, ahora “la Iglesia siente la necesidad de mantenerlo vivo” (MV 4).
El Año Jubilar
de la Misericordia ha iniciado el día 08 de diciembre del 2015, solemnidad de
la Inmaculada Concepción. Y terminará el Año Jubilar en la solemnidad de
Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016.
2.
¿Para
quiénes está dirigido y cómo se tiene que vivir el Año Jubilar?
El Año Jubilar
de la Misericordia, cuyo lema es “Misericordiosos
como el Padre”, está dirigido a todos los creyentes del mundo entero. Pide
el Papa facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de
encuentro con la misericordia de Dios. Es mi deseo, dice, “que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si
se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada
creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz”. En este tiempo
especial, nadie se tiene que quedar sin vivir y experimentar la misericordia de
Dios: los ancianos, los enfermos, los que están en la cárcel y los difuntos.
La manera cómo
se tiene que vivir el Año Jubilar y ganar la indulgencia es la siguiente:
a.
Impulsar la peregrinación a la
Puerta Santa como estímulo de conversión.
b. Redescubrir
las obras de misericordia: corporales y espirituales.
c.
Acercarse al sacramento de la
reconciliación.
En cualquiera de los siguientes
casos que se mencionan para obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente
con las condiciones habituales:
·
Confesión sacramental.
·
Comunión eucarística.
·
Oración por las intenciones del
Santo Padre.
II.
FUNDAMENTO
BÍBLICO DE LA MISERICORDIA
La identidad
de Dios es misericordia, esa es la esencia de su ser (cf. 1Jn 4,8). Dios ha
querido revelar su identidad a lo largo de la historia de la salvación de
diferentes modos y maneras, con gestos y palabras, hasta llegar la plenitud de
los tiempos (cf. Gá 4,4).
En este
apartado vamos a tomar como referencias algunas citas de la sagrada Escritura
donde aparece de manera explícita la misericordia de Dios.
1.
El
génesis de la misericordia.
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Esta escena,
con su definición de Dios Misericordia, está precedida por el gran pecado de
los israelitas, que habían rechazado la alianza de Dios (Éx 20, 1-6) y adorado
al Becerro. Como mediador fracasado de la alianza, Moisés bajó del monte con
las tablas de piedra de la ley de Dios, que los israelitas negaron y rompieron,
construyendo el Becerro. Moisés tiene que romperlas (Éx 32, 15-20), pues todo a
terminado. Pero luego, movido por Dios, lo invoca de nuevo (cf. Éx 33), y Dios
lo llama volviendo a empezar, con misericordia.
Según la ley,
Dios debía de haber abandonado al pueblo, pero su misericordia es mayor que la
ley y lo perdonó. Por eso, Moisés subió de nuevo (Éx 34, 1-4) y Dios bajó a su
encuentro con misericordia y ambos dialogaron, sin rayos ni trueno (cf. Éx 19):
Moisés labró dos
losas de piedra como las primeras, madrugó y subió al amanecer al monte Sinaí,
según la orden del Señor, llevando en la mano dos losas de piedra. E1 Señor
bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.
E1 Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor, Dios entrañable (rehem) y de gracia (hannum), lento a la ira y rico en lealtad (hesed) y verdad (´emunah),
leal hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados,
aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y
bisnietos (Éx 34, 4-7).
Dios revela su verdad con cuatro nombres
de misericordia. Por eso lo primero no
son las obras de misericordia de los hombres, sino la misericordia más alta de
Dios que perdona diciendo que es amor entrañable (rahum), lleno de gracia (hannun),
rico en lealtad y verdad (hesed, ´emet).
Con estas cuatro palabras Dios se define como misericordia, perdonando a los
hombres para que ellos puedan perdonarse.
Estas palabras de misericordia: rehem, hannun, hesed, ´emunah rompen los
esquemas moralistas de un Dios condicionado por una ley externa y expresan su
rostro de misericordia y cercanía personal. Este Dios de misericordia no niega
el castigo, sino que lo ejerce como prueba y terapia de misericordia, para que
los hombres puedan transformarse. Finalmente no olvidemos que quien ama por ley
puede un día cansarse y dejar de serlo. Al contrario, quien lo hace por
entrañas de amor lo hará siempre, como Dios.
2.
La misericordia en los profetas: Amós, Oseas, Isaías
1°,2°,3° y Jeremías
1)
Amos.
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a.
Contra
la opresión.
Amós era consciente de que Dios había
elegido a los israelitas “entre todas las
familias de la tierra” (3,2), pero también era consciente de que esa
elección era inútil si oprimían a los pobres. Pues así lo manifiesta:
Venden al justo (tsadiq) por dinero, al indigente (´ebion) por unas sandalias. Aplastan
contra el polvo a los pobres (dalim),
oprimen a los humildes (anawim) (2,
6-7).
Pues bien, contra los opresores de los justos,
del indigente, de los pobres y de los humildes clama el profeta diciendo:
Escuchen esta
palabra, oh vacas de Basán, que están sobre las montañas de Samaria, que
oprimen a los pobres (dalim) y
maltratan a los indigentes (´ebioim),
que dicen a sus señores (maridos): Traigan para que bebamos… (Am 4,1).
Para el siglo VIII Israel se había
convertido en un reino rico, y su capital, Samaria, poseía un alto nivel de
vida a costa de los pobres. En este contexto Amós presenta a las mujeres ricas
como gordas vacas de Basán. Dios había dado tierra a todos, pero algunos con
más suerte, astucia o fuerza se habían apoderado de ella, convirtiendo a los
demás en siervos. Todo esto, sin lugar a duda, no es agradable a Dios.
b.
Liberar
a los esclavos.
En los comienzos de Israel la sociedad
se estructuraba bastante igualitaria, por eso la presencia de esclavos era
mínima. Las leyes del año sabático mandaban que los esclavos tuvieran que ser
liberados cada siete años. En este contexto, un mandamiento del Decálogo decía
“no robarás” (Éx 20, 15; Dt 5, 19), aludiendo básicamente al robo de personas,
para esclavizarlas y/o venderlas en las ferias de los esclavos. En este sentido
hay leyes que castigan con pena de muerte a quien roba a un hermano (cf. Éx 21,
16; Dt 4,7). En este trasfondo de robo y tráfico de esclavos se entiende el
grito del profeta:
Así dice Yahvé a
Gaza: por tres delitos y por cuatro no los perdonaré, porque hicieron
prisioneros en masa y los vendieron a Edom… Así dice Yahvé a Tiro: por tres
delitos y por cuatro no los perdonaré, porque vendió innumerables prisioneros a
Edom (Am 1,6.9).
Una sociedad que vende a los hombres
como mercancía va contra Dios. Gaza y Tiro controlaban el tráfico de esclavos. Este
era el pecado: la opresión y la falta de misericordia, en tiempos de
prosperidad (bajo el reinado de Jeroboam II: 783-743 a.C.). Este pecado
llevará al pueblo al desastre, pues los asirios vendrán y destruirán esa
sociedad, con muerte y destierro para los injustos (7,11).
2)
Oseas.
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Oseas descubre el cariño de Dios a
través de un suceso personal. Oseas ama a su esposa que se porta mal; con su
amor logra devolverle su corazón de virgen. Así es como Dios nos ama: no porque
seamos buenos, sino para que seamos buenos (cf. Os 1- 3).
a.
El
profeta de la misericordia (2,16-22)
El actuar de los profetas generalmente
se ha manifestado en tiempos de crisis, de pecado, de injusticia y de
inmisericordia. Por ello, el profeta Oseas empieza denunciando al pueblo, por
su perversión intolerable:
Ø Recriminen a su madre, que ella
no es mi mujer ni yo soy su marido… (2,4). La
infidelidad del pueblo a la alianza es como un adulterio. Por eso Dios no
tendrá compasión, no se apiadará de su pueblo (cf. 1,4)
Ø Se ha prostituido vuestra madre…
(2,7). Ha buscado en otros dioses los dones de
la vida: pan y agua, lana y lino, aceite y vino; ha cometido adulterio. En este
sentido es lógico que el esposo-amigo debería abandonarla, pero Dios tendrá
misericordia en la línea de Éx 34 6-7; Jon 3-4.
Por tanto, mira,
voy a seducirla, la llevaré al desierto, hablaré a su corazón… Me responderá como
en tiempos de su juventud, como el día en que subió de Egipto…
Aquel día me
llamará Esposo mío, no más ídolo mío… me casaré contigo para siempre, me casaré
contigo en justicia (tsedeq) y
derecho (mishpat), en lealtad (hesed) y compasión (rahamim), me casaré contigo en fidelidad (´emunah) y conocerás (yada´at)
a Yahvé (cf. 2, 16-22).
Dios que había dicho: “No tendré compasión”, se arrepiente,
tiene piedad y reinicia el camino de amor, a fin de que el mismo castigo se
vuelva en pedagogía de misericordia.
La
misericordia de Éx 34,6-7 que desembocaba en la ´emunah (verdad-fidelidad), culmina ahora en forma de conocimiento
amoroso, entrega mutua.
b.
Lealtad
al pacto.
Oseas ofrece una genealogía de la
misericordia, que va de la justicia y del amor apasionado a la entrega mutua,
trazando una historia de ruptura y recuperación, que se expresa en forma de
amor total.
Lo primero es la ruptura:
No hay en la tierra
verdad, ni lealtad, ni conocimiento de Dios, sino perjurio, engaño, asesinato,
robo, adulterio y sangre tras sangre (Os 4,1-2).
En
la primera línea encontramos tres gestos de (falta de) misericordia:
1. (no
hay) Verdad.
2. (no
hay) Lealtad.
3. (no
hay) Conocimiento.
En la segunda línea encontramos seis
pecados (Éx 20; Dt 5) que son producto de la ruptura de la alianza de
misericordia:
1. Perjurio.
2. Engaño.
3. Asesinato.
4. Robo.
5. Adulterio.
6. Sangre.
Esta realidad de la vida del pueblo: una
religión sin misericordia, el profeta Oseas la ha querido superarla apelando a
la misericordia, que define no solo su mensaje, sino la experiencia mesiánica
de Jesús (Mt 9,13; 12,7):
¿Qué haré contigo,
Efraín? ¿Qué haré contigo, Judá? Vuestra lealtad (hesed) es nube mañanera… (Os 6,3-4)
Porque yo quiero
misericordia (hesed) y no sacrificios
(zabaj) y conocimiento de Dios (da´at Elohim), más que holocaustos (´olot) (Os 6,6).
Algunos israelitas identificaban el
conocimiento de Dios con una religión de sacrificios sin misericordia: querían
ser leales a Dios, pero de manera equivocada. Dios quiere vinculación personal
de amor, más que sacrificios porque es un padre materno: Os 11,1-4.8-9.
Lo segundo es la imagen del Padre
amoroso, lleno de ternura:
Cuando Israel era
niño, yo lo amé y desde Egipto yo llamé a mi hijo… Yo enseñé a andar a Efraín,
y lo llevé en mis brazos, pero ellos no advertían que yo los cuidaba. Con lazos
de amor los atraía, con cuerdas de cariño… ¿Cómo podré dejarte, Efraín,
entregarte, Israel?... No cederé al ardor de mi cólera (Os 11,1-4.8-9).
Esta
imagen del padre materno que llama a su hijo con lazos de amor y cariño, que lo
lleva en brazos para que no se lastime,
que educa y perdona, ofrece una experiencia teológica ejemplar para la
humanidad.
3)
Isaías.
a.
Primer Isaías (1-39). Que actuó
en el siglo VIII a.C.
b.
Segundo Isaías (40-55). Profetiza
en el siglo VI a.C.
c.
Tercer Isaías (56-66). Profetiza
en el siglo IV a.C.
a)
El primer Isaías, la gran advertencia (Is
1-23.28-39)
El
profeta Isaías habla y actúa en Jerusalén entre el 739 y el 699 a.C., fue
testigo de la santidad de Dios que se manifiesta desde el Templo, y condenó la
injusticia social de los poderosos: “Estoy
harto de los holocaustos de carneros y grasa de cebones; la sangre de toros,
corderos y chivos no me agrada” (Is 1,11).
Lavaos, purificaos;
aparatad de mi vista el mal de vuestras acciones… Buscad el derecho (mishpat), reprobad (= enderezad) al
opresor, haced justicia al huérfano (yatom),
defended a la viuda (´almanah).
Entonces venid y haremos cuentas, dice Yahvé (Is 1,16-18)
Una vez más se ve la reprobación de una
religión centrada en el cumplimiento de la Ley (cf. Is 1,12) en sentido ritual,
pero está vacía de misericordia. El Dios
de la misericordia, el de Jesús de Nazaret, no quiere que los sacrificios
mejores, sino que cesen.
b)
Segundo Isaías: para que saques de la cárcel a los
presos (Is 40-55).
Este profeta alza su voz en torno al 540
a.C., centrando su mensaje en la figura del Siervo de Yahvé en un contexto de
destierro.
Yo, Yahvé, te he
llamado para la justicia (tsedaqa),
te he tomado de la mano y te guardaré y te he constituido alianza del pueblo y
luz para las naciones, para que abras los ojos a los ciegos y saques de la
cárcel a los presos y de la prisión a los que moran en las tinieblas (Is 42,
6-7).
La
justicia que trae el Siervo de Yahvé se expresa en dos obras de misericordia:
a. Abrir
los ojos a los ciegos. Es decir iluminar a los hombres para que no caminen en
tinieblas.
b. Liberar
a los cautivos y presos.
El pueblo todavía vive en cautiverio,
pero lo ilumina ya la esperanza de Dios misericordioso y liberador:
Así dice Yahvé, el
que me constituyó Siervo suyo desde el seno materno:
1)
para
que trajese a Jacob, para que hiciese retornar a Israel…
2)
para
restaurar la tierra, para repartir heredades desoladas,
3)
para
decir a los presos salid y a los que están en tinieblas venid a la luz … (Is
49,5.8-12)
Esta revelación misericordiosa de Dios
por el Siervo se expresa en tres gestos: retorno de los cautivos, reparto de la
tierra, liberación de los cautivos.
c)
Tercer Isaías: verdadero ayuno, el año de Gracia del
Señor… (Is 56-66)
El profeta de este
tiempo predica entorno al siglo IV a.C., cuando el pueblo de Dios ha regresado
del destierro de Babilonia. El profeta presenta a Dios como esposo enamorado de
un pueblo ritualmente puro, pero sin misericordia:
Este es el ayuno que yo quiero:
1)
abrir
las prisiones injustas, hacer saltar las ataduras de los cepos, dejar libres a
los oprimidos, romper todos los cepos,
2) partir tu pan con el hambriento,
3) hospedar a los pobres sin techo,
4) vestir al desnudo y no cerrarte a
tu propia carne… (cf. Is 58,6-7)
El profeta
entiende el verdadero culto como ayuda a los necesitados, según las cuatro
obras de misericordia: liberar, alimentar, hospedar, vestir. El profeta hace un
llamado a la justicia, entendida como misericordia.
Había surgido
tras el retorno del exilio una fuerte desigualdad, se habían roto los viejos
tejidos sociales, muchos pasaban hambre y necesidad, otros paraban en la cárcel
por no poder pagar las deudas. En contra de esa situación se elevará la ley del
jubileo (Is 1,4; 61, 1-3).
Esta revolución
de la misericordia que presenta el profeta tiene tres elementos:
1.
El año jubilar
es el año de gracias, es decir agradable a Dios.
2. Este año jubilar se da cada siete y/o cuarentainueve
años. Es el tiempo de liberación.
3.
Pero este año
jubilar sería día de venganza y destrucción para los otros. El triunfo de los
buenos exige la condena de los enemigos.
Son tiempos
duros. Por eso el tercer Isaías es testigo clave del amor entrañable de Dios.
El pueblo consiente de su pecado busca en Dios la ternura de una madre:
Alegraos con Jerusalén, gozad con
ella, todos los que la amáis… mamareis de sus pechos, os saciaréis de sus
consolaciones, chuparéis de las delicias de sus senos abundantes… Como un niño
consuela su madre, así os consolaré (Is 66, 10-13)
¿Olvidará una mujer a su criatura, dejará de querer
al hijo de su vientre? Pues aunque ella se olvide, yo no me olvidaré de ti. En
las palmas de mis manos de tengo grabada…
(Is 49,4-17). Este es el Dios que
aparece en la ternura y el cariño de la madre, pero sabiendo que aunque fallara
la madre, Dios nunca fallará porque es madre del amor perfecto y mantiene
siempre su ternura hacia los hijos de sus entrañas.
El profeta Jeremías vivió el terrible
drama que cayó sobre su pueblo en el 597 y luego en el 587. Más aún, lo previo
e intentó preparar para él al pueblo despreocupado. Y éste no lo escuchó, por
el contrario Jeremías es rechazado y perseguido. El pueblo prefirió escuchar
las voces de otros profetas que lo tranquilizan.
El pueblo
practica ciertamente su religión, pero el corazón está ausente de esa práctica.
Cree que, como respeta esos ritos exteriores, Dios tiene que protegerle: a él y
a la ciudad santa de Jerusalén. Ha hecho de su práctica una seguridad que le
dispensa de amar. Jeremías anuncia que Dios va a destruir todas esas falsas
seguridades: el arca de la alianza (3, 16), el templo (7 1-5; 26), Jerusalén
(19); porque lo que Dios pide no es una circuncisión exterior, en la carne,
sino la del corazón (4, 4; 9, 24-25).
El pueblo de Dios está sufriendo una
crisis muy fuerte. Ha comenzado un tiempo de disturbios socio-religiosos, por
un lado; por otro lado, avanza sobre Jerusalén un gran imperio, que tomará la
ciudad (587 a.c.). Antes que suceda el asedio contra Jerusalén, Jeremías
proclamó (609-604 a.C.) ante el templo:
Enmendad vuestra
conducta y vuestras acciones… Sino explotáis al extranjero, al huérfano y a la
viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses
extranjeros para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar… ¿De
modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso…, y decís estamos
salvados, para seguir cometiendo todas esas abominaciones? ¿Creéis que es una
cueva de bandidos esta casa que lleva mi nombre? (Jr 7,3-11).
El profeta Jeremías en este pasaje
condena la idolatría (seguir a Baal, adora a otros dioses) y los pecados contra
la justicia (robar, matar, adulterar), con la omisión de las obras centrales de
misericordia (ayudar a huérfanos, viudas y extranjeros). Siguiendo esta línea
Jeremías tiene un discurso sobre la liberación de los esclavos:
Palabra que recibe
Jeremías de parte de Yahvé, después de que el rey Sedecías hizo pacto (berit) con todo el pueblo para proclamar
una remisión (deror), a fin de que
cada uno dejase libre a su esclavo o a su esclavo hebreos… Pero después
cambiaron de parecer y volvieron a esclavizar a los que habían dejado en
libertad. Entonces vino la palabra de Yahvé a Jeremías, diciendo… (cf. Jr 34,
8-18).
La historia nos
dice que jamás se dio la liberación de los esclavos, no hubo un año sabático,
ni en tiempos de amenaza.
3.
La
misericordia en los Salmos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzVg6bavBguicuUAAzz3tRHA0tqLiOwaj3dLlF8_COTn1ZFI6ul0RMaIY2_3W01Ynf4WXMOBEFHw4SugyvLJASzYIbfOdHoNdVzS-iWzuRCIQF-D9Nhiiy4_19Dq2TGAwEvEx09W0noD4/s1600/11.jpg)
En el Antiguo
Testamento, la misericordia de Dios no se expresa solamente con palabras -como,
por ejemplo, hesed (fidelidad) o rahamin, amor (plural de rehem: seno materno)- sino también con
símbolos, imágenes y actitudes misericordiosas y amorosas de Dios hacia todas
las criaturas, y de manera particular, hacia su pueblo. En los cantos de
oración, de invocación y de acción de gracias el Señor es celebrado como
"piedad y ternura" (Sal 111,4).
El Salmo 51 (el miserere) es la oración más conocida
de misericordia de la Biblia y de la liturgia cristiana. “Misericordia, Dios
mío, por tu bondad. Por tu inmensa compasión borra mi culpa…” (Sal 51,1-2). El
argumento central es el gozo por el perdón, en línea de Éx 34,6-7, de modo que
se puede decir: “Por tu fidelidad (hesed),
concédeme tu gracia (hen)… por tu
inmensa ternura (rehem) limpia mi
pecado…”.
Dios Padre es
paciente y misericordioso. Esta misericordia de Dios no es una idea abstracta,
sino una realidad concreta con el cual Él revela su amor en la historia de cada
hijo e hija. La bondad del Señor que se manifiesta en acciones concretas de
perdón, de curación, de ayuda, es casi una "corona" sobre la cabeza
del hombre:
"Él perdona
todas tus culpas y sana todas tus dolencias. Él rescata tu vida de la fosa y te
corona con su bondad y compasión" (Sal 103,3-4). "El Señor sostiene
los que van a caer y endereza a los que ya se doblan" (Sal 145,14).
"El Señor libera los cautivos, el Señor da vista a los ciegos, el Señor
endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los honrados y trastorna el
camino de los malvados " (Sal 146,7-9). "El Señor sana los corazones
destrozados y venda sus heridas...
El Señor tiende su
mano a los humildes, pero humilla hasta el polvo a los impíos" (Sal
147,3.6). "El Señor está cerca de los atribulados y salva a los
abatidos" (Sal 34, 19).
“Eterna es su misericordia”,
es el estribillo que acompaña cada verso del Salmo 136 mientras se narra la
historia de la revelación de Dios. La misericordia de Dios hace de la historia
de Dios con su pueblo una historia de salvación. Repetir continuamente: “Eterna es su misericordia”, es verse
envuelto continuamente por la misericordia de Dios. En definitiva, toda la
eternidad estamos bajo la mirada misericordiosa de Dios: “En el vientre materno ya me apoyaba en ti; en el seno tú me sostenías”
(Sal 70,6). Y el profeta Jeremías por su parte nos dice: “Antes de formarte en el vientre te escogí,
antes de salir del seno materno te consagré…” (Jr 1,5).
4.
La
misericordia de Dios en los Evangelios.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVDtw1Onph0NLpT48ZS_OdkcujfpXi7gMZvG7wIquGSdIRzngK5D1hhAkSI13u5eDq1FXoUg2MBt27jXzTb_vab-ea-sIxxdi2J7feTiWwu8lLW7xqZqEMX2nTd1idIydZML4JvVnV6Pw/s1600/12.jpg)
Dice san Juan
Pablo II en su Carta Encíclica Dives in misericordia (DM): "Cristo
confiere a toda la tradición veterotestamentaria de la misericordia divina un
significado definitivo. No solamente habla de ella y la explica con el uso de
semejanzas y de parábolas sino que, sobre todo, Él mismo la encarna y la personifica.
Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia" (DM n. 2). En efecto “Jesucristo, es el rostro de la misericordia
del Padre… Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de
Nazaret… (que) con su palabra, con
sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios” (MV n.1)
1)
La
misericordia de Dios en el evangelio de Marcos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoMm7s85tW-tlH9LI9iFtZFVH6TLAXNy5gVHZM3j2jXp_cuHH_MVxdQvawp1-gIr9oAGDVk3UlwQiuBk8bDXCwcbNmgcI8wWLHR9esUvgz3mkmb9x-7wNCR0SSvY3odkWLFUAKYIDwEjI/s1600/13.jpg)
Jesús saliendo (de
la barca) tuvo misericordia (= esplangnishté)
de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y comenzó a enseñarles (didaskein) muchas cosas (Mc 6,34).
Frente a la
enseñanza de los rabinos, que se sitúa en plano legal, Jesús enseña en una
línea de misericordia transformadora, con intensidad, con seriedad, pues la
misma palabra cura, limpia a los leprosos, capacita a los hombres y mujeres
para vivir en dignidad y libertad. Ésta es para Marcos la primera obra de
misericordia: enseñar a los que viven oprimidos y aplastados, a fin de que
conozcan y vivan en libertad.
En Mc 10,46-52
se utiliza la segunda palabra clave de la acción misericordiosa de Dios: eleos (misericordia exterior,
operativa). Jesús y sus discípulos salen de Jericó para subir a Jerusalén y
celebrar la Pascua. Pues bien, allí, a la esquina del camino, yacía un mendigo
invidente, llamado Bartimeo:
Y oyendo que pasaba
Jesús Nazareno se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten misericordia de mí!
Muchos le prendían para que callara. Pero el gritaba todavía más fuerte: ¡Hijo
de David, ten misericordia de mí!... (Mc 10,47-48).
Jesús, el
Nazareno, no es un Mesías militar, sino un Hijo de David misericordioso,
alguien que acompaña en el dolor a los hombres y los cura, expresando así la
misericordia de Dios.
2)
La
misericordia de Dios en el evangelio de
Mateo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIyrJmsxngFjKVguf-Nr3aVMS37UDLXPRVW8B9yJE1__lDvaC5ET2AEUHnlnI15zmeceyqEO_KpN1Gr_qzjAMmrPGpQQ1SeLO_XtbFvDZWiJOoKMbveWwhRsOYeqU_1zwEM-P2G-iQsBY/s1600/14.jpg)
1.
Bienaventuranzas, obras de
misericordias, centrada en la obra de los misericordiosos (Mt 5,7). Las
bienaventuranzas son un don de Dios, pero también un proyecto de vida humana.
2. Tres
justicias: misericordia, oración, ayuno (Mt 6,1-8). Fiel a sus raíces judías,
Mateo ha vinculado estos tres pilares de la experiencia religiosa.
3. Misericordia
quiero, y no sacrificio (Mt 9,13; 12,7). Mateo recapitula este lema de Oseas
(1,2), tomando la misericordia como clave de toda religión.
4. Las
obras de Cristo, este es mi siervo (Mt 11,2-5; 12,15-21). La misericordia de
Dios en Jesús se expresa en unas obras de sanación, que recogen la tradición
del Siervo de Isaías (40-66).
5. Revelación
de la misericordia, amor del Padre y del Hijo (Mt 11,25-30). Mateo entiende la
misericordia desde el amor entre Jesús y el Padre.
6. Las
cosas más profundas: Justicia, misericordia y fidelidad (Mt 23,23). Mateo
reinterpreta la Ley desde estos tres principios.
7.
Las seis obras de misericordia
(Mt 25,31-46). Estas condensan el tema de la misericordia: dar de comer y
beber, acoger al exiliado y vestir al desnudo, servir al enfermo y encarcelado.
Jesús, mesías
de Dios, asume como propios los dolores humanos, incluyendo en su “yo”
expandido estas seis necesidades. Sin esta revelación del mesías que comparte
el dolor de la historia no se podría hablar de misericordia de Dios con los
hombres y de los hombres con Dios, a quien lo vemos y ayudamos en los
necesitados. Estas obras mueven a la misericordia desde el sufrimiento,
encarnado en el Hijo del Hombre, por eso estas obras son de Justicia, de
servicio y de acogida.
3)
La
misericordia de Dios en el evangelio de Lucas.
El Evangelio
de Lucas es el Evangelio de la misericordia de Dios o, si se quiere, el
Evangelio de la historia de la misericordia de Dios, encarnada en Jesucristo.
Esta historia se condensa en tres motivos que nos llevan a la centralidad del
Nuevo Testamento:
v Historia
de la infancia.
v Anuncio
mesiánico.
v Parábolas
de la misericordia.
1.
Historia
de la infancia.
Esta historia
de la infancia está relatada con dos himnos de misericordia: el Benedictus Lc 1,68-79 y el Magníficat (1,46-55). Los dos himnos
ofrecen la más honda liturgia de alabanza del Nuevo Testamento, centrada en la
misericordia de Dios, que se revela por Jesús de forma universal y salvadora.
Zacarías cantaba todavía como Israelita; María, por el contrario, entona su
himno con Jesús, a quien lleva en su entraña.
2.
Anuncio
mesiánico.
El anuncio
mesiánico se da como cumplimiento del jubileo. Jesús declara hoy se cumple esta
Escritura:
Entró en la
sinagoga, tomó el libro… y encontró el pasaje donde estaba escrito: “El
Espíritu del Señor esta sobre mí; por eso me ha ungido para evangelizar a los
pobres; por eso me ha enviado: para ofrecer la libertad a los presos y la vista
a los ciegos; para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de
gracia del Señor”. Enrolló el volumen… y dijo: Hoy… se ha cumplido esta
Escritura (cf. Lc 4,16-21).
Como Ungido de
Dios (= Mesías, Cristo), retoma Jesús las palabras de Is 61,1-3, introduciendo
en ellas una novedad significativa de Is 58,6: “Para enviar en libertad a los
oprimidos”. Es el mensajero del Dios de la vida, del perdón y la misericordia
que se expresa con gestos concretos.
El anuncio
mesiánico: “Hoy se ha cumplido esta Escritura”, se expresa y despliega en cinco
obras de misericordias mesiánicas:
v Anunciar la buena noticia a los
pobres. Es decir, a los hambrientos de pan y
carentes de esperanza. En efecto, esta es la raíz de su jubileo, que se expande
en los momentos siguientes.
v Proclamar la libertad a los
prisioneros. Estos prisioneros que están esclavizados
en la cárcel o en el destierro, víctimas de la violencia del poder de los
fuertes.
v Para ofrecer la vista a los
ciegos. Solo libera de verdad quien enseña a
ver a los que no pueden hacerlo, de manera que ellos se valgan y piensen por sí
mismo.
v Para enviar en libertad a los
oprimidos. Las anteriores obras son anuncio, ahora
es gesto: enviar en libertad, romper los muros que oprimen a los hombres, a fin
de que ellos puedan vivir por sí mismos.
v Para proclamar el año de gracia
del Señor. De esta manera se cumple los momentos
anteriores: como una fiesta jubilar. Es tiempo de gozos y libertad, perdón de
las deudas, liberación de los esclavos, reparto de las tierras (cf. Lv 25).
3.
Parábolas
de la misericordia.
En las
parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como
la de un Padre que jamás se da por vencido hasta que haya disuelto el pecado y
superado el rechazo con la compasión y la misericordia. En ellas encontramos el
núcleo del Evangelio y de nuestra fe. Dios, en estas parábolas, es presentado
como fuente de misericordia.
1)
La
misericordia vista desde la cuneta (Lc 10,25-37)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsjutaOM8MpoabHaZ5sivdXLJsRgmMeQ-IFWvaSBr1mDv_mH4wdWCMI9scXwjs9RAe85fxPu5dq-EpAEmvtV2nP90mb575zt6ti2eDJgktoXSzXMgW9mv4ynk8Xcq7M5_pCW0PXIhTDrw/s1600/15.jpg)
Un hombre bajaba de
Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos bandoleros que lo desnudaron, lo cubrieron
de golpes y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel
camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llego al
lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó a donde
estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en las heridas y se las
vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo
cuidó. A1 día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó:
“cuida de él, y lo que gastes te lo pagare a la vuelta”. ¿Quién de los tres te
parece que se portó como prójimo del que tropezó con los bandoleros? Contesto -
El que lo trató con misericordia. Y Jesús le dijo -Ve y haz tú lo mismo (Lc
10,25-37)
Jesús habla de
un hombre asaltado y abandonado medio muerto en la cuneta de un camino
solitario. Por fortuna aparecen dos caminantes: primero un sacerdote, luego un
levita. Seguro que bajan del Templo, después de realizar su servicio cultual.
El herido al verlos pone su esperanza en ellos, sus paisanos, pero los dos
dieron un rodeo y pasaron de largo. Aparece en el horizonte del camino un
tercer viajero. Es un “odiado samaritano”, miembro del pueblo enemigo. El
samaritano “tuvo compasión” y se acercó, se aproximó, se hizo prójimo, porque
no tenía prejuicio de ley.
La parábola
rompe todos los esquemas y discriminaciones entre amigos y enemigos, entre
pueblo elegido y gente extraña e impura. Este es Jesús, el rostro de la
misericordia del Padre, que mira desde la cuneta, con los ojos de las víctimas
necesitadas de ayuda. Para él, la mejor metáfora de Dios era la compasión por
los que sufren. “Ve y has tú lo mismo”: todo herido que encuentro en la cuneta
de mi camino es mi prójimo.
Solo ese
samaritano, el enemigo, casi hereje, se hizo prójimo del herido de la cuneta
con misericordia: tuvo compasión del desconocido. Y, además, realizó con él
unas obras de misericordia:
Ø Lo
curó.
Ø Lo
llevó al hospedaje.
Ø Y
pagó la cuenta al hotelero.
2)
La
misericordia desde el padre pródigo (Lc 15,11-32)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJNEFmizbjcdRNGYZjKlW31JctADzJMZCJP-Hkv6OesudGO91n-A6y1IhQYVZOVh8i4XQKQeykyTwHH-AZUurhvoWNvuuD4LaOqb6_KRS8EdefLpt3H6T_NBjZwnCx7gSmOYDLsWi5H8I/s1600/17.jpg)
… Y se puso en
camino a casa de su padre. Estaba aún distante, cuando su padre lo divisó y se
enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. E1 hijo le dijo Padre,
he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero
el padre dijo a los criados: En seguida, traed el mejor vestido y ponédselo,
ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el ternero cebado y
matadlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha
revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. E1 hijo
mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas llamó
a uno de los mozos para informarse de lo que pasaba. Le contestó: Es que ha
venido tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha
recobrado sano y salvo. Él se indignó y se negaba a entrar…
El
protagonista de esta parábola no es el hijo menor, sino el padre
misericordioso, que espera y acoge con festejo al hijo pobre, queriendo que
también lo haga su hermano, de forma que convivan y compartan ambos en amor la
casa.
En esta
parábola vale la pena resaltar lo siguiente: primero que el hijo pródigo
emprende el camino de regreso a la casa del padre por una necesidad básica:
tiene hambre. No dice que regresa arrepentido, no regresa en busca de cariño.
Segundo, que el tema no es el arrepentimiento del hijo menor, sino la ternura
del padre, que lo perdona y acoge, sin imponerle obligación alguna. Solo el
amor misericordioso puede transformar los corazones duros y fríos. En efecto,
primero no es conversión y misericordia, sino misericordia luego conversión.
Nosotros
podemos resistirnos a la verdad, podemos resistirnos a la belleza, pero nos
caemos rendidos ante la ternura, ante la acogida que perdona generosamente,
ante esta maravillosa manifestación del amor gratuito.
Dios Padre en
ésta parábola tiene el gesto afligido del que sufre por el hijo que se ha
alejado, por la oveja que se ha extraviado, por el caminante asaltado y herido
que yace moribundo junto a la cuneta del camino. Es la parábola en que vemos la
profundidad del corazón misericordioso de Dios, y también las profundidades del
corazón de sus hijos, que tocan las puertas de la casa paterna. Es la historia
de la misericordia y la historia de cada uno de nosotros.
III.
VIVENCIA
DEL AÑO JUBILAR DESDE LA EDUCACIÓN
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYnan9VVibmtueLD61nnjuhAsg2E9R_usf0YeSoZjZkHUOpD1B7FvbVLMgN2gIGuusYJhbpbF-ybXBpODuJJd5pwGOXKDXrnezUnO6GkEoaAowx-qiDl4JEF8RWERZNBSkMo3h7JEyOyQ/s1600/18.jpg)
La educación
que se imparte en nuestros Centros Educativos se inscribe en un contexto
histórico y cultural cambiante y, por lo mismo, lleno de grandes e ineludibles
desafíos. Esta realidad nos interpela constantemente y, a la vez, nos conduce a
clarificar y precisar mejor la visión antropológica y pedagógica cristiana.
Por otro lado,
entorno a estos momentos especiales de nuestra fe, la de volver a la gracia de
los orígenes: a la revolución de la misericordia, la educación, en clave
cristiana, es un anuncio de la persona de Cristo y una obra de misericordia. El
educador cristiano está llamado a tener “los mismos sentimientos de Cristo
Jesús” (cf. Flp 2,5), el Maestro, educador por excelencia.
1.
Nuestra
realidad.
“… la escuela
católica, a la par que se abre como conviene a las condiciones del progreso
actual, educa a sus alumnos para conseguir eficazmente el bien de la ciudad
terrestre y los prepara para servir a la difusión del Reino de Dios, a fin de
que con el ejercicio de una vida ejemplar y apostólica sean como el fermento
salvador de la comunidad humana” (GE n. 8).
Es ahí a donde
apunta nuestra educación: busca el progreso de la ciudad; prepara para ser
misioneros de misericordia, para que cada quien se convierta en salvador de su
prójimo. Es decir, que nuestra educación busca el bien común de los pueblos. Sin embargo, esta meta
no se logrará si hay heridas que no han sanado por los golpes tan crueles que
sufren muchos estudiantes. No se logrará si las nuevas reformas educacionales
aparecen centradas en la adquisición de conocimientos y habilidades, denotando
un claro reduccionismo antropológico. No se logrará si nuestro modelo educativo
actúa en función de la producción, la competitividad y el mercado.
Nuestra
realidad social: que está plagada de dolor y de injustica, nos permite
convertirla desde la fe en nuestro kairós,
en un tiempo oportuno, para transmitir una educación cristiana que devuelva la
esperanza y dé sentido a la vida de cada educando. Esto implica educar desde: el amor, la ternura, la
compasión y el perdón sin límites, es decir, desde la misericordia al servicio
de la vida.
La realidad
educativa nos muestra que muchos de nuestros alumnos son hijos del desamor, o
sin hogar, o sin esperanza. Sólo podemos
acercamos a esta realidad con el talante de aquel Jesús que pasó por la tierra
haciendo el bien. Su estar en el mundo fue de apertura, amor y misericordia. Se
trata, pues de educar como él educó a sus discípulos.
2.
Jesús:
el pedagogo de la misericordia.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNUJ0fBRRnj9YQnumGQI7dfwWCDw88uFinyU4Jgm1YgNuDHbR4XaDqLDNM4gI9VGiyzJep4QC0OL71LmrmH4Zq2ha89NOyPlnC_7jwY46_em_0_jOUcGhplXOyM1dQQqWdVSyen1nUyNk/s1600/20.jpg)
Jesús anuncia
esta propuesta con palabras y acciones, él vive lo que anuncia y anuncia lo que
vive. Encarnada en la vida y en la historia de su pueblo y de su tiempo, esta
propuesta marca un itinerario pedagógico. Veamos algunos elementos de este modo
como Jesús educa, para provocar una adhesión a su propuesta y un cambio de vida
para esta nueva manera de ver y vivir la vida en clave de misericordia:
1)
Ama
su oficio.
En el tiempo de Jesús había muchos
maestros (maestros como Hillel, Shammai o Gamaliel), tal cual como en nuestro
tiempo, es decir había verdaderos educadores (cf. Jn 3,10) y, también, falsos
educadores. Contra estos últimos Jesús tiene palabras muy duras porque “hablan y no hacen, hipócritas, sepulcros
blanqueados” (Lc11, 37; 54).
Jesús de Nazaret no se avergüenza de ser
llamado maestro, al contrario lo acepta con mucho orgullo: “Ustedes me llaman maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy”
(Jn 13,13). Ama su oficio porque viene de Dios Padre (cf. Jn 3,2) y lo
demuestra con hechos concretos:
a. Jesús
era maestro sin aula y sin horario. Enseña en todas partes: en las ciudades, en
la sinagoga, en las plazas (cf. Mt 11,1; Lc 13,10; Mt 5,12; Lc 13,26).
b. Enseña
en cualquier momento. Los textos evangélicos nos dicen que enseñaba cada día
(Mt 26,25) y de noche (Jn 3, 1-2).
2)
Ama
a sus alumnos
Esta cualidad se desprende de la
primera. Jesús está siempre dispuesto a sacrificarse por ellos, no actúa como
el asalariado, que muchas veces le importa que le paguen cada fin de mes. Jesús
de Nazaret ama a sus alumnos y lo demuestra de la siguiente manera:
a. Sacrifica
su comodidad y privilegios (Ef 2, 5-7).
b. Sacrifica
hasta su vida (Jn 15, 13).
c. Se
relaciona con sus alumnos de manera grupal y personalizada (Mc 9,31; Jn 20, 27).
d. Dedica
su tiempo a las necesidades de cada uno de ellos (Mt 8,14).
e. Jesús
de Nazaret es accesible. Es discreto y está disponible para responder las
inquietudes de los alumnos (Mc 9, 32-33; 29).
3)
Enseña
con claridad.
Jesús tiene un estilo de enseñar muy
particular. Sabe tocar el corazón y la mente de las gentes. Quiere llegar hasta
las gentes más sencillas e ignorantes del pueblo y, lo hace con una pedagogía
capaz de revelar los secretos de la misericordia de Dios, con claridad por
medio de la realidad conocida. Es una enseñanza para la vida.
a. Enseña
verdades desconocidas por medio de realidad conocida (Mt 15, 17-20; Lc 15,
11-32).
b. Usa
todos los recursos y métodos posibles: preguntas y respuestas (Jn 1, 38);
diálogo (Jn 4); conferencia (Mt 5-7); historias y parábolas (Lc 10, 25-37).
c. Muestra
a sus alumnos cómo aplicar lo que les está enseñando (Lc 10, 36-37).
4)
Enseña
con autoridad.
Marcos
(1,22) lo dice con frase incisiva: «Les
enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados». La gente sabe
que Jesús no es un maestro de la ley. No ha estudiado con ningún maestro
famoso. No procede de ningún grupo dedicado a interpretar las Escrituras, sin
embargo habla con autoridad, es decir con verdad y misericordia. Tiene su propio
lenguaje y su propio mensaje.
a. Jesús
conoce lo que enseña, por eso demuestra que tiene domino en los temas ( Mt 7,
28-29; Lc 4, 31-32).
b. Enseña
con la palabra y con el ejemplo (Jn 13, 15).
c. Transmite
entusiasmo, no es aburrido para los alumnos (Jn 7, 45-46).
d. No
tiene miedo de derribar mitos y tradiciones que no dan vida, por eso presenta
ideas revolucionarias y desafía a la tradición vigente (Mt 5, 27-28; 56-48).
5)
Enseña
con responsabilidad.
Jesús quiere llegar hasta las gentes más
sencillas e ignorantes. Por eso emplea también refranes conocidos por todos. Al
pueblo siempre le gustan esos dichos de autor desconocido donde se recoge la
experiencia de generaciones. No son dichos originales de Jesús, pero él los
utiliza de manera original para enseñar a entrar en el reino de Dios y su
misericordia. De su boca salen sentencias directas y precisas que las asume con
responsabilidad.
Queda
claro que Jesús siempre ejercía influencia positiva a sus alumnos. Del mismo
modo él se hace responsable de sus palabras, de una manera mansa y humilde, tal
como lo encontramos en los textos:
a. Era
consciente de la influencia que tenía sobre sus alumnos (Jn 2,11).
b. Usaba
su influencia para inculcar valores positivos (Jn 13, 35).
c. Como
buen maestro asumía las consecuencias de sus palabras (Jn 18, 20-21).
d. Su
responsabilidad la ejercía con humildad y mansedumbre (Mt 11, 29).
6)
Transforma
vidas con su enseñanza.
Con
lenguaje extraído de la sabiduría popular, Jesús deja entrever de manera
inconfundible su propósito. No quiere enseñar a caminar por el «camino ancho»,
transitado por mucha gente, pero que conduce al pueblo a su perdición. Él desea
mostrar un camino diferente; son pocos todavía los que entran por él, pues
resulta más «angosto», pero es el camino que conduce a la vida, a la
misericordia (Lc 13, 24; Mt 7, 13-14).
Tampoco pretende echar un remiendo de
tela nueva a un vestido viejo, pues el rasgón puede ser mayor; ni introducir
vino nuevo en odres viejos, pues se podría echar a perder todo, vino y odres
(Mc 2, 21-22). La misericordia de Dios exige una respuesta nueva capaz de
transformarlo todo de raíz. « ¡A vino
nuevo, odres nuevos!».
Dios está ofreciendo su amor compasivo y
misericordioso a todos, sin mirar los méritos y desméritos de nadie. La
preocupación de Jesús es otra: ¿cómo responder al Padre, que está ya actuando?
¿Cómo vivir ahora bajo la compasión de Dios?
a. Jesús
establece metas desafiantes a sus estudiantes (Mt 10,8).
b. Jesús
utiliza gestos y palabras para mover al cambio de vida (Jn 8, 7-11).
c. Jesús
prepara para la vida eterna (Jn 5,24; 17,3).
7)
Forma
otros maestros de misericordia.
Jesús, como gran maestro de la
misericordia, capacita a sus alumnos para que ellos también enseñen con la
palabra y el ejemplo la misericordia de Dios sobre los hombres.
a. Delega
el poder de la misericordia (Lc 9, 1-2).
b. Corrige
los errores con misericordia (Lc 10,1.17-20).
c. Celebra
los logros (Lc 10, 21).
d. Capacita
y establece las acciones que realizaran los nuevos maestros (Mt 28, 18-20).
En este año Santo Nuestra pedagogía,
entonces, no puede ser la del miedo, sino la del amor que comprende, perdona,
da vida y salva. La pedagogía del buen pastor que sale en busca de la oveja
perdida y se la echa sobre los hombros, la del buen samaritano dispuesto
siempre a recoger los incontables malheridos que están, por ahí, regados en las
cunetas de la vida, la de aquel que dijo:
«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré» (Mt
11,25-30).
En
definitiva, hemos de aferrarnos pedagógicamente a aquello por lo que seremos
juzgados al atardecer de la vida, según dice el Evangelio: dar un vaso de agua,
visitar a un enfermo, consolar al triste, devolverle el futuro a quien ha
perdido la esperanza... enseñando al que no sabe y, tantas otras cosas que
están al alcance de los docentes en el campo educativo.
3.
Vivencia
del Año Jubilar desde el que hacer educativo.
Así como varios de nuestros alumnos
vienen de una realidad de dolor e injusticia, de la misma manera muchos de
nuestros educadores vienen de esta realidad. Son cargas que llevan por mucho
tiempo, son heridas que aún no han sanado. Queridos maestros y maestras “éste es el tiempo favorable, éste el día de
salvación” (2Cor 6,2), éste es el tiempo oportuno para acercarnos al Padre
misericordioso como el hijo pródigo.
1)
Actividades
a realizar.
Hay un dicho que dice: “Nadie da lo que
no tiene”. Como educadores en este Año Santo para vivir la misericordia de Dios
podemos hacer lo siguiente:
a. Debemos,
en primer lugar, colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios (cf. MV n. 13). Especialmente
leer y meditar las Parábolas de la Misericordia de san Lucas (Lc 7, 36-50; 10,
25-37, 15, 1-7; 15, 11-37).
b.
Acudir al sacramento de la
reconciliación. No tengamos miedo de acercarnos. Es el Sacramento que nos permite vivir en carne propia la grandeza dela
misericordia (MV n.17).
c. Participar
por lo menos de una peregrinación a la Puerta Santa. La peregrinación es un
signo especial de esta Año Jubilar, porque es imagen del camino que cada
persona realiza en su existencia. La peregrinación es un estímulo para la
conversión: “atravesando la Puerta Santa
nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser
misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros” (MV n. 14).
d. Practicar
las obras de misericordias corporales y espirituales. Las obras de misericordia
corporales:
-
Dar de comer al hambriento.
-
Dar de beber al sediento.
-
Vestir al desnudo.
-
Acoger al forastero.
-
Asistir a los enfermos.
-
Visitar a los presos.
-
Enterrar a los muertos.
Las obras de misericordia espirituales:
-
Dar consejo al que lo necesita.
-
Enseñar al que no sabe.
-
Corregir al que yerra.
-
Consolar al triste.
-
Perdonar las ofensas.
-
Soportar con paciencia las
personas molestas.
-
Rogar a Dios por los vivos y por
los difuntos.
Dice el Papa que practicando las obras
de misericordia despertamos nuestra conciencia, “muchas veces aletargada ente el drama de la pobreza, y para entrar
todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados
de la misericordia divina” (MV n. 15).
2)
La
educación, una obra de misericordia.
En el tiempo de Jesús y hoy, muchos
entienden la enseñanza como un medio para alcanzar poder en una sociedad donde
el conocimiento se compra, se calcula y almacena como objeto de dominio y
consumo, de manera que solo algunos privilegiados pueden superarse por lo que
saben, mientras que los pobres siguen aplastados bajo la prosa de la vida. En
nuestra sociedad de consumo la educación es una mercancía más donde solo los
ricos se dan el lujo de comprarla a cualquier precio, mientras el populorum, la masa, los anawim, siguen condenados a la incultura
del panen et circenses reflejado, por
ejemplo, en los programas de televisión basura. En medio de esta realidad
tenemos que tomar partido: soy un educador del mercado de consumo o un educador
de la vida y de la misericordia como Jesús, el Maestro.
Narra el evangelio de Marcos que “Jesús
saliendo (de la barca) tuvo
misericordia (= esplangnishté) de ellos, porque eran como ovejas sin
pastor, y comenzó a enseñarles (didaskein)
muchas cosas” (Mc 6,34). Para Marcos
la primera obra de misericordia de cara al anuncio del reino de Dios que
realiza Jesús es enseñar, no con la ley y el miedo, sino con ternura y
compasión, dando esperanza a muchos hombres y mujeres que caminan “como ovejas sin pastor”.
Queridos maestros y maestras, desde
vuestra labor como educadores pueden vivir plenamente este Año Santo, agradable
a Dios. Dice el libro de Daniel:
"los que enseñan la justicia a la multitud, brillarán como las estrellas a
perpetua eternidad" (Dan. 12, 3b). Si ejerces tu labor como educador
con conciencia y a cabalidad, desviviéndote por los tuyos no te quedarás sin
recompensa: “Bienaventurados los
misericordiosos, porque los tratarán con misericordia” (Mt 5,7).
Hay una obra de misericordia espiritual
que viene muy bien en practicarla desde vuestra vocación como educadores:
Enseñar al que no sabe. Jesús, el Maestro, fue un maestro de sabiduría, que
ofreció su enseñanza al pueblo de a pie, al pueblo llano, mal guiado por
escribas al servicio del poder religioso. Los pobres, son ellos los preferidos
del Señor. Quiso abrirles los ojos, para que pudieran descubrir el misterio de
Dios misericordia, para que puedan vivir en libertad (cf. Gá 5,13).
Por tanto, ser un educador cristiano es
ofrecer humanidad, abriendo espacios de conocimiento y vida para los excluidos
del conocimiento y los descartados por la cultura del descarte, sin
posibilidades reales de una educación eficaz y humana. Está en sus manos
señores educadores de crear una cultura de conocimiento igualitario y
liberador, justo y humano, imitando a Jesús Maestro. Maestros y maestras sean
educadores del saber, de los valores y de las verdades: el saber se adquiere,
los valores se asimilan y las verdades se descubren.
IV.
CONCLUSIÓN
“Éste es el
tiempo favorable, éste el día de salvación” (2Cor 6,2). Esto es lo que
significa para mí este Año Santo. Es un espacio que se me brinda para
acercarnos al Dios misericordioso, compasivo, lleno de ternura y de bondad para
vivir en carne propia le perdón y la misericordia. Que habiendo vivido tu
misericordia, Señor, no permitas que me sierre en mí mismo, sino que transmita,
con mis gestos y palabras, la misericordia de Dios a todos los necesitados que
encuentro en la cuneta del camino de mi
vida.
Quiero
terminar este compartir rezando la oración del Papa Francisco para el Jubileo
de la Misericordia:
Señor
Jesucristo tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre
del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a
Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a
Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la
Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a
Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la
samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el
rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia
sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia
sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido
que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan
sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz
que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por
Dios.
Manda tu
Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros
y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos
por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con
el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
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