Pablo
saca la consecuencia concreta, no ya poética, sino bien prosaica y estimulante,
de la gran noticia de que hemos sido iluminados por Cristo. Podemos decir que
Pablo es quien nos ofrece su "homilía", aplicando la revelación de
Cristo como luz a nuestra vida concreta. Por eso hoy va también para nosotros
su consigna: "despierta, tú que duermes, y Cristo será tu luz... Caminad
como hijos de la luz".
En
esta Pascua cercana Cristo nos quiere devolver la vista también a nosotros. Si
de cuando en cuando acudimos al oculista para un chequeo de nuestros ojos, la
Pascua también quiere ser una limpieza y sanación de los defectos que podamos
tener en nuestra visión de fe. Para que caminemos como hijos de la luz.
Esto
nos interpela: ¿queremos de veras vivir en la luz, o preferimos la oscuridad o
la penumbra? Caminar como hijos de la luz significa, para Pablo, que hemos de
vivir en la bondad, la justicia y la verdad. No podemos actuar como los
escribas y fariseos del evangelio de hoy, que se empeñan en no salir de su
ceguera y de su hipocresía, apoyados en las instituciones y en los criterios
que ellos mismos se han construido. Vivir en la luz significa no vivir en la
trampa, en el odio, en la manipulación de la verdad.
La
poscomunión de hoy nos recuerda, ante todo, que Dios es la luz verdadera: "Señor
Dios, luz que alumbras a todo hombre". Pero en seguida pide que nosotros,
los que hemos celebrado esta Eucaristía, quedemos envueltos en esa misma luz:
"ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu gracia".
El
Bautismo fue nuestra primera "iluminación": este fue uno de los
nombres de este sacramento desde los primeros siglos. Cada año renovamos
nuestro Bautismo, en la Vigilia pascual, y pedimos a Dios que nos renueve la
gracia bautismal, que renueve la "iluminación" de nuestros ojos.
Pero
además de vivir como hijos de la luz, se nos encarga que seamos nosotros "luz
del mundo". Como nos encargó Jesús en el sermón de la montaña: "vosotros
sois la luz del mundo... no se enciende una lámpara y la ponen debajo del
celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la
casa: brille así vuestra luz delante de los hombres" (Mt 5,14).
Es
lo que pasará en la Vigilia Pascual: entraremos en la iglesia siguiendo y cantando
aclamaciones a Cristo como luz del mundo, y a la vez encenderemos unas velas
personales, tomando la luz del Cirio símbolo de Cristo, mostrando plásticamente
que también nosotros hemos de ser iluminadores de este mundo con nuestra vida
pascual. Como el ciego, que dio testimonio de su fe a los demás, aunque le
costara la expulsión de la sinagoga.
Pascua
es Pascua de luz. Y nos invita a optar por la luz en nuestra vida. La luz que
es Cristo. La luz que nos comunica a nosotros. La luz que nosotros somos
encargados de comunicar a los demás.